Nuestro país está dividido y la polarización del electorado es grande. Pero, a diferencia de elecciones pasadas, la polarización no parece estar marcada por niveles socioeconómicos, entre ricos y pobres, sino por cosmovisiones, entre economía y democracia. Ello se debe a que ambos candidatos pasaron a la segunda vuelta por ser quienes mejor conectaron con el peruano que se sentía ignorado y olvidado por el éxito económico del país. Ambos tienen esa conexión con el peruano común y corriente y allí radica su fortaleza.
Pero tienen mucho más en común. Tanto Keiko como Ollanta son profesionales jóvenes y padres de niñas pequeñas. Ambos tienen cónyuges que les miran la cara. También tienen a un pariente cercano en prisión y ambos se han desempeñado como servidores públicos, en el Ejército y en el Congreso, respectivamente. Para ambos esta es su segunda elección nacional, como candidato a la presidencia y como candidata al Congreso. Y por su juventud, es probable que ambos tengan un amplio futuro político por delante.
Adicionalmente, ninguno de los dos, de ser elegido, la tendrá fácil. Con el sólido respaldo de solo uno de cada cuatro peruanos, sin mayoría en el Congreso y con un país fragmentado, gobernar supondrá dominar el arte del equilibrio y balance, la capacidad de escuchar, negociar y materializar alianzas y la fortaleza interior y energía necesarias para perseverar en la travesía de liderar un país con la mitad de la sociedad en contra. Ambos tendrán el desafío de ganarse día a día, con sus actos, la legitimidad para gobernar. Su calidad personal, estilo de liderazgo y competencia para el cargo serán decisivos para inspirar la confianza que el país les demanda.
Y es que al poder en el Perú lo que le falta es autoridad moral. El poder lo conocemos, se impone, manda y ordena. La autoridad moral es el hábito de obrar bien, independientemente de quién nos vea o de quién lo ordene, actuando por la sola satisfacción de hacer las cosas bien. El poder gobierna con el miedo al castigo, la autoridad moral inspira y genera confianza.
Y es precisamente autoridad moral la que se busca en esta elección y en la del día siguiente, en que el Congreso evaluará la elección de los candidatos a defensor del Pueblo, un cargo que –por definición– requiere de solvencia y autoridad moral y que por su trascendencia requiere precisamente de prudencia, oportunidad y generar consensos.
FUENTE: http://blogs.elcomercio.pe/ciudadanosaldia/
No hay comentarios:
Publicar un comentario