Un divertido programa del cable dice que el planeta quedará completamente a oscuras una semana después de que los humanos hayan desaparecido de las calles. Con el tiempo –décadas o siglos, esperemos– las grandes construcciones comenzarán a colapsar a causa del desuso, y la naturaleza recuperará el espacio perdido durante centurias. La extinción de la especie ha dejado de ser negocio de esotéricos para convertirse en comidilla de sociólogos y científicos pop. Pero aquí las malas noticias: no hay que especular demasiado, las ciudades fantasma son cosa del presente.
Vista de la ciudad de Ordos. Googel Earth.
Las primeras evidencias pueden verse en China. El país que produce entre diez y veinte nuevas ciudades cada año es el que luce más casas vacías. Según cálculos de especialistas inmobiliarios, en la tierra de Deng Xiaoping haysuficientes propiedades libres para alojar a la mitad de la población de Estados Unidos o para entregar dos viviendas a cada peruano. En números crudos: sesenta y cuatro millones de departamentos vacíos.
Pero no se trata de espacios abandonados al estilo de esas series que explotan el morbo apocalíptico. En muchos casos, se trata de urbes completas recién construidas, dotadas con todos los servicios que se espera de una población emergente: pistas bien trazadas, centros comerciales, edificios para las autoridades y burócratas de rigor, complejos deportivos y de esparcimiento. En las imágenes de internet, pasarían por ser maquetas de futuras metrópolis, de no ser porque se trata de fotografías tomadas gracias a Google Earth.
La ciudad de Ordos, por ejemplo, está diseñada para albergar a un millón de personas que trabajan en la industria del carbón, pero permanece vacía. “No hay carros en la ciudad, excepto una docena estacionada en el glamoroso centro gubernamental”, dice un reporte de la web Business Insider. Esta ciudad incluso tiene un museo de arte con un diseño de vanguardia, que ya quisiera el Guggenhein o el MOMA de Nueva York, pero completamente desolado. Otro ejemplo es la ciudad de Erenhot, en el desierto de Mongolia. “La mitad de a ciudad está vacía y la otra sin terminar”, dice el reporte. Y una tercera muestra es la ciudad de Dantu, que al parecer llevaba vacía por lo menos una década cuando se hizo el informe.
Un barrio vacío en la ciudad de Dantu.
Pero uno de los casos más dramáticos es, sin duda, el de la gigantesca Zheng Zhou, la ciudad fantasma más grande de China. Aunque ciertos reportes de viajeros han tratado de desmentirlo, la escasez de personas es tan dramática que un reportero de la televisión australiana tuvo problemas se dio un paseo como si estuviera en un set de cine abandonado. En una parte del recorrido, se topó con un centro comercial que en su momento fue calificado por el New York Times como la prueba irrefutable de que China había entrado de lleno a la sociedad de consumo global. Ahora poco faltaba para que corrieran los bloques de forraje a la manera del lejano oeste americano.
La razón de esta insólita proliferación de ciudades fantasma es que en la China de hoy se está generando una burbuja inmobiliaria que dejará ver a la ocurrida en Estados Unidos como una travesura de adolescentes [o una “reclutada”, dirían por allí]. En varias de las ciudades el precio se ha elevado hasta en 70 por ciento por encima del valor real de mercado, a decir de algunos expertos. Se da la paradoja de que en Beijing hay villas en las que la gente vive hacinada, con matrimonios que deben compartir el dormitorio con otros parientes, porque el costo de vida hace imposible alquilar un espacio propio. Mientras, millones de casas permanecen vacías y es posible encontrar rascacielos que nadie habitará en quién sabe cuánto tiempo.
En medio de todo, una empresa estadounidense de tecnología acaba de anunciar que construirá una ciudad fantasma para realizar experimentos en escenarios de características realistas. Alguien tendría que avisarles lo que está pasando en China. Se ahorrarán un sencillo.
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