Es San Valentín y seguro algún lector de Fayerwayer está enamorado. Para él esta advertencia: Mejor no sigas leyendo este post…
Los defensores del romance suelen molestarse cuando se presentan estudios científicos que resumen el proceso del enamoramiento a un mero resultado de la química. Y más o menos lo que vas a leer a continuación es un pequeño resumen de las más recientes investigaciones sobre el “arte” o más bien la “ciencia” del amor… Puede que no te guste.
El Flechazo
Los románticos hablan del amor a primera vista. Más de una canción y una telenovela están inspiradas en el momento en que dos miradas se conectaron y surgió la llama del amor eterno… Pues eso existe. ¡No es un cuento de hadas! Por muy “Grinchs del amor” que nos pongamos tenemos que remitirnos a la explicación científica del fenómeno y aceptar (duela o no duela) que sí existe el amor a primera vista… Bueno, más que amor, atracción.
Según una investigación de la Universidad de Syracuse, en Nueva York, solo necesitamos la quinta parte de un segundo para encontrar a alguien atractivo: Los productos químicos que inducen a la euforia, como la dopamina, la oxitocina y la adrenalina, ya han salido disparados y en la sangre aumenta las dosis de una proteína, el factor de crecimiento nervioso, que parece desempeñar un papel fundamental en este proceso. Una vez que ocurre, ya estamos perdidos…
Ciegos de amor
Alguna vez te habrá pasado: Un día paseando por un parque o un centro comercial te topas de frente con “La Bella y La Bestia” (o al revés)… No se trata de que la chica o chico en cuestión (el atractivo, digo), haya sufrido un terrible ataque de mal gusto cuando comenzó a salir con su pareja. Tampoco está pagando una apuesta que perdió, ni está siendo objeto de soborno. Hasta es probable que no se trate de una cita a ciegas, no una dama (o caballero) de compañía: ¡Quizás sí son pareja y hasta se gustan de verdad!
El referido estudio, dirigido por la psicóloga y médico neuróloga Stephanie Ortigue, y publicado en la revista Journal of Sexual Medicine, indica que también es válida la frase de que “el amor es ciego”. En dicha investigación comprobaron que el sentimiento amoroso provoca algunas fallas o distorsiones en áreas del cerebro relacionadas con la percepción cerebral: Se altera el circuito de neuronas que se activa cuando se usan metáforas del lenguaje (representaciones simbólicas), también se altera el circuito neuronal que participa en la transmisión de imágenes desde el ojo al cerebro y el que funciona cuando se crean imágenes mentales a través de palabras.
La traducción del párrafo anterior: Este fenómeno puede explicar por qué una persona enamorada percibe a su pareja mucho más atractiva, interesante e inteligente que como la ven todos los demás a su alrededor… Quizá tu hermana o tus amigas no están tan locas cuando te dice que tu “Ken” más bien parece un Muppet… A lo mejor tienen la razón y no es envidia lo que sienten como tu creías.
Polos opuestos…
Seguro has escuchado aquello de que “polos opuestos se atraen”… Y quizás cuando te das cuenta que tu pareja es “tan distinta” a ti, le haces un guiño a ese dicho y le achacas a la ciencia tener que cargar con un ser “al que no comprendes”… ¡Pues estás equivocado!
Resulta que según la antropóloga de la Universidad de Rutgers en EE.UU., Helen Fisher, quien se dedica al estudio de la sexualidad humana y la formación de lazos entre parejas:
Generalmente la persona se enamora de alguien que se parece a sí mismo, que comparte su religión, valores e intereses, que tiene un nivel educativo y una apariencia similar y proviene del mismo entorno socioeconómico”.
¡Así que deja de buscarle defectos a tu pareja, ya que tu la elegiste así porque se parece a ti! Es que cuesta ver los errores propios, es más fácil ver defectos en cara ajena… Lo cierto es que según comentó esta antropóloga a la BBC, hay cuatro “personalidades biológicas” que determinan por qué unas personas se sienten atraídas a otras: Es lo que se conoce como química entre una pareja.
La primera “personalidad biológica” incluye a gente que tiene altos niveles de dopamina, es decir, aquellos que se caracteriza por ser creativos, curiosos, arriesgados, energéticos, espontáneos y flexibles. Estos se sienten atraídos por quienes posen las mismas particularidades.
La segunda está integrada por aquellos que son sociables, tranquilos, ordenados, meticulosos, prudentes, tradicionales, que siguen las reglas y respetan la autoridad, lo que indica que poseen mucha serotonina. Ellos se fijarán en individuos que exhiban los mismos rasgos.
La tercera tiene elevadas cantidades de testosterona: Son directos, decisivos, tercos, analíticos, escépticos y buenos con los números. Mientras que la cuarta está marcada por elevados niveles de estrógeno: Son idealistas, emotivos, intuitivos, dulces, fácil de tratar y buenos para comunicarse con los demás. Quienes tienen mucha testosterona buscarán a quienes tienen mucho estrógeno, y viceversa.
Puro sexo
Si eres de las que está esperando un príncipe azul caballeroso que sea atento, romántico y no quiera llevarte a la cama a la primera de cambio… ¡Bájate de la nube! Si por el contrario, eres de las que piensan que los hombres solo piensan en sexo: ¡Tienes razón!
Resulta que Louann Brizendine, una neuropsiquiatra graduada en Yale y en Berkeley que ha vendido una buena cantidad de ejemplares de su libro “El cerebro masculino”, asegura que los hombres tienen la idea del sexo casi tatuada en el cerebro: “Los hombres piensan en el sexo tres veces más que las mujeres”.
La científica explica que esto se debe a la configuración de la materia gris del cerebro masculino: La zona para el ejercicio de la sexualidad es 2,5 veces mayor en el cerebro de los chicos que en el de las chicas, así que, para ellos, gran parte del éxito de la pareja depende de que las relaciones sexuales sean satisfactorias… Así que no te extrañe si en vez de flores y bombones te regala una edición especial del KamaSutra.
Hombre = Infiel
Algunas chicas piensan que en el diccionario deberían colocar la palabra “infiel” como sinónimo de “hombre”. Quizás no estés tan equivocada… ¿La razón? Una hormona llamada Vasopresina, que potencia la unión a la pareja y el instinto de proteger a los hijos.
Un estudio dirigido por Larry Young, de la Universidad de Emory, comparó los niveles de vasopresina entre los topillos de la pradera y los topillos de la montaña. Los primeros son fieles hasta la muerte y cuidan de sus crías. Sin embargo, sus primos, los topillos de la montaña, son el polo opuesto: Infieles, los machos se desentienden de la prole y las hembras abandonan a las crías poco después del parto.
Resulta que los topillos buenos, fieles y amorosos como padres tienen una versión muy activa del gen que fabrica el receptor de la vasopresina, lo que les conduce a la fidelidad y la vida familiar. Los topillos parranderos están abocados a una existencia más “liberal”. Al final del estudio se inyectó una “versión monógama” del gen a un ejemplar de montaña, y cambió sus hábitos promiscuos… No está probado ni patentado en seres humanos, así que no insistas en que quieres una dosis como regalo de San Valentín para tu novio o esposo.
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