20 de Diciembre de 1928, 19 años de vida, mentalidad de una mujer de 30 años, amigos, fiestas, amor, Alessandro, Alessandro, Alessandro. Basta de recordar, “olvídese Carolina, olvídese” era y es la frase más pensada y más lejana, quería y bueno, quiero…sí, en realidad quiero olvidarme de ese momento de mi vida donde amé intensamente al que creí que era el amor de mi vida, fui feliz como un perro con dos colas a su lado, estaba tan ciega de amor que no pude asimilar la realidad de ese entonces. Fue la peor etapa de mi vida.
Yo tenía 17 años cuando me habló por primera vez, pensé en ese momento “Que miedo” y sí, daba miedo en realidad que un hombre de aproximadamente 30 años le hable a una adolescente que aparentaba tener menos de 15. Hasta ahora no sé por qué ya sabía mi nombre, tengo sospechas de que mi padre lo hubiera conocido antes que yo y le haya convencido para que me corteje; muy tonto si hizo eso, no sabía todo lo que escondía ese “agradable señor”. Creo que la palabra cortejar no es la adecuada, su forma de expresarse y en general su forma de ser conmigo era como si me estuviera avisando de que yo iba a enamorarme de él cueste lo que cueste. Eso fue 3 años antes de que el mundo atraviese una oscuridad de la cual fue muy difícil salir, el crack del 29, pasó mucho tiempo para que el mundo vea esa luz al final del túnel y para que todo vuelva a su sitio, menos mi vida, esta se quedó estancada en plena crisis y eso no era todo, lo peor vino después. Era el año 1926, cuando a mi padre, el famoso y gran médico Massimo Ferrante celebró sus 30 años de carrera profesional con un gran evento de primera categoría, a mí me daba lata porque me parecía un evento donde los principales anfitriones eran la hipocresía y la falsedad. Pensándolo bien era la única de mi familia que detestaba ir a aquellos “festivales”; mi madre y mis dos hermanas mayores los amaban, esperaban con ansias cualquier invitación, no importase de quien fuera, ellas ya estaban totalmente sumergidas en ese mundo material. Ellas eran indiferentes conmigo, seguro porque no compartía sus mismos gustos y lo acepto, pero una muestra de cariño o de apoyo durante mi muerte en vida, cuando ocurrió todo lo malo que pudo haber pasado, no me hubiera hecho daño. El evento de mi padre fue masivo, toda la gente importante que uno puede imaginar estuvo ahí. Me sentía muy sola y diferente, sin embargo estaba con Violetta, una chica de mi misma edad, buena gente, pero todo el día hablaba de hombres, de vestidos de novia y que ya quería que el hombre de su vida llegase en ese mismo momento; con tan solo 17 años. Estábamos las 2 tomando un Bloody Mary mirando a las parejas bailar y a muchos señores hablando de lo bien que les iba en sus empresas.
-Oiga Caro, mire, ¿qué hombre más guapo no?- dijo Violetta-.
Mm…pues sí, pero fíjate Vío, ¿ya está algo mayor para ti no?-dije-.
Claro que no, esas canitas que lleva lo hace aun más seductor y maduro…espera está mirando hacia acá, dale ¡sonríe por lo menos!-dijo-.
No sonreí para nada, me dio escalofríos por la forma en la que me miraba cuando venía hacia nosotras. Todo lo contrario Violetta, ¡tenía unos nervios tremendos! Sí que la chica necesitaba de un hombre que le complazca con todo lo que ella le pidiese.
-¡Pero de qué juguetería se escaparon muñecas!, mucho gusto, mi nombre es Alessandro, Alessandro Parodi-dijo el hombre-.
- El gusto es nuestro Alessandro, mi nombre es Violetta y ella es Carolina, una gran amiga-dijo Violetta-.
-Sí, sí sé quién es esta bella dama; y cómo no saberlo si es hija del ¡gran Massimo!-dijo-. ¿Lo conoces? -dije con un tono de poco interés en el tema-.
-Y sí, es un gran hombre de negocios, sólo por esa razón vine. -dijo-. Detesto demasiado estas fiestecitas, son tan tediosas, hace que a uno le duela la cara por sonreír tan falsamente. ¿Qué se va a hacer?-.
Pensé que yo era la única que creía eso, de pronto sentí un pequeño interés en la conversación, pero no lo manifesté en mi rostro, puse cara de como quien no quiere la cosa.
-Dígame Ale… ¿lo puedo llamar así verdad? ¿A qué se dedica usted?, parece un abogado muy importante ¿o me equivoco?-dijo Violetta-.
-Se equivoca querida, soy dueño de una cadena de empresas-dijo-. Todo lo que necesita lo vendo, desde zapatos, ropa, joyas, hasta obras de arte, soy un gran fanático de pinturas y esculturas, por ello lo que vendo ahí es de la mejor calidad.
De pronto a Violetta le comenzaron a brillar los ojos, seguro estaba imaginando cuánto dinero tenía guardado en el banco. No digo que no me haya gustado nada, es más me sorprendió por lo último que dijo, el arte es un factor primordial en mí, lo uso para descargarme. Dos cosas en común con él ya me parecía algo fuera de lo normal, cada hombre con el que me topo son o aburridos o buscan con ansias una esposa, ¿porqué Violetta no se topa con uno de esos? No lo sé, a veces me da un poco de pena.
Pasaron un par de minutos y me di cuenta que faltaba una hora para que culmine la gran fiesta, el padre de Violetta se acercó y se despidió. Obviamente Violetta se fue con él.
-Bueno Alessandro, ha sido un placer poder charlar con un hombre tan importante como lo es usted-dije-.
-Exagera bonita, el placer ha sido mío ¿sabe?-dijo-. Espere un momento, ¿ya se retira? ¿Cómo es eso? Si la fiesta es en su casa. Sabe…yo sólo vine a hablar con usted, su amiga no me importa, cualquier hombre se da cuenta que esa chica debe tener más de treinta revistas de novia en su mesa de noche, es una cosa que asusta ¿no? Dale, no sea tímida, se nota que usted no tiene de tímida ni un pelo, ¿quiere ir al bar a beber otra copa conmigo? Podemos hablar de Renoir, Caillebotte, cualquier pintor que le guste. No se niegue, por favor se lo pido.
Acepté, obvio que acepté, sabía que una petición como esa no se iba a repetir ni en mil años. Esa fue la primera vez que caí en una de sus trampas. Conversamos hasta que la fiesta terminó, fue muy agradable, en realidad fue algo más que eso, me cautivó. A partir de ese día comenzó a visitarme muy seguido, mi padre estaba muy contento al igual que mi madre y mis hermanas. Yo también porque pensé que la relación con ellas mejoraría, y así fue. Eso no era todo, él era demasiado atento ya que me traía un ramo distinto de flores cada vez que nos veíamos. ¿Qué mas decir? Estuvimos en ese plan casi medio año, tiempo suficiente como para enamorarme perdidamente de él. Y es que él era el hombre perfecto, éramos tal para cual, tantas cosas en común, siempre me decía que cuando yo estaba con él nada malo me podría pasar y nada malo sucedió hasta que pasó lo que más temía que pasara. Al cumplir un año de nuestra relación, me invitó a cenar al L’Oulette, un restaurante francés famosísimo y claro que carísimo, la verdad es que no me interesaba la cantidad de dinero que tenía, todo lo contrario a Violetta y mis hermanas. Es más, nunca hablé con él de negocios, ni de su empresa, ni de la empresa de mi padre; el tiempo corría muy rápido con él a mi lado, claro entre besos, abrazos y piropos. “¿Cómo echarte una flor si eres un jardín?”, siempre me repetía. Las dos horas diarias que mi padre nos permitía salir se iban prácticamente con un beso. Por ello pensé que nada ni nadie podría acabar con nosotros, él era mi suspiro, mi vida, él ocupaba todo mi ser a pesar de la gran diferencia de edades.
-Mi chiquita, ¿sabes por qué estamos aquí verdad?-dijo-.
-Por el mejor año de toda mi vida, por el aniversario de la pareja que más se ama en todo este mundo-dije sonriendo-. ¿O me equivoco?-.
-En absoluto, estás en lo cierto, pero hay algo que quiero decirte- dijo con un tono muy bajo-.
-Dime vida, no desconfíes-dije-. No desconfío en absoluto, es más, sé que me vas a comprender, ¿Por qué me amas no?-dijo-.
-¡Claro que sí! ¿Acaso lo dudas? Tu sabes que eres el amor de mi vida, el único hombre, claro está-.
-Me alegro-dijo-. Bueno, lo que te quiero decir es que haré un viaje, por medio año…no te preocupes, es por trabajo, tú sabes, acá en Italia ya hay muchas de mis tiendas y quiero ir a Francia, en el mejor de los casos para firmar un gran contrato con una empresa de restaurantes, un gran plan ¿no?-dijo-.
Me quedé muda, no por desconfiar de él, si no porque no me imaginaba vivir lejos de él por medio año.
-Si… gran plan pero, ¿Qué voy a hacer en tu ausencia? Te extrañaré demasiado vida, no te imaginas cuanto-dije-.
-¿Tú crees que yo no? Mira, si es posible que el plan se realice lo más antes posible, calculando, estaré aquí en menos de cuatro meses o cinco, ¡qué sé yo! No quiero que estés triste, sino yo también lo estaré. Tú sabes que nuestro amor es una condición en la que la felicidad de uno de los dos es imprescindible para la felicidad del otro ¿no?-dijo-.
-Te amo, te amo por ser tan así conmigo-dije-. Me besó apasionadamente.
Sobreviví, no sé cómo pero lo hice, pasaron más de siete meses para que volviera, prácticamente era una muerta en vida, sin alma, sin felicidad. Cuando Ale volvió, tenía un carácter distinto, el plan no resultó como lo planeó, la empresa francesa rechazó su trato, él no me dijo los motivos, no quería hablar mucho del tema; comprendí, entonces no hablamos más de eso. Pasaron varios meses, era setiembre del 29, nuestra relación iba viento en popa, el carácter de Alessandro cambió al pasar del tiempo, la depresión con la que volvió de Francia se esfumó, para el bien de ambos. Mi padre constantemente en la cena me preguntaba qué esperaba para casarme con Ale, que nuestro amor se iba a acabar o él iba a fijarse en otra mujer o por la edad de él ya iba a ser muy tarde como para querer formar una familia. Nunca le hice caso, Alessandro esperaría el mejor momento para pedírmelo; ambos, según yo, estábamos muy enamorados. Ya no quiero escribir, ya no quiero, juré que este tema ya estaba cerrado, mi vida entera ha sido mirar para adelante, pase lo que pase nunca me arrepentiría de lo que hice anteriormente… simplemente no puedo, no puedo quitarme de la cabeza el “¿porqué me hizo eso?”.
1929, Octubre, donde mi vida se fue en un instante. El miércoles 23 de Octubre quedé con Alessandro para ir a almorzar al Paper Moon, era su restaurante favorito. Quedamos a la 1pm, llegué con retraso, creía que él ya estaba ahí, pero no. Esperé aproximadamente 2 horas, nunca llegó. La verdad es que me molestó demasiado, él me había mal acostumbrado a salir constantemente sin dejarme plantada ni una vez, estaba ansiosa por escuchar su excusa para ver si lo perdonara o no. ¡Bah!, obvio que lo tenía que perdonar, no aguantaría estar peleada con él mucho tiempo, lo amaba tanto…Hasta ahora no sé como hago para vivir una vida tan vacía, llena de nada ni de nadie. Y como dice esta frase “Nadie sabe en realidad que es lo que tiene, hasta que enfrenta el miedo de perderlo para siempre”. Sí, lo perdí para siempre.
El jueves 24 de octubre de 1929, Alessandro Parodi se pegó un tiro en la cabeza. Las acciones de su cadena de empresas se fueron al tacho, quedó en la ruina, más pobre que cualquiera, perdió todo, absolutamente todo. El famoso “jueves negro” lo venció a él y a la vez al amor que nos teníamos. En realidad no sé si aunque sea en un momento me amó como yo lo amé a él, entre en dudas por lo que me enteré en el día de su velorio. Cuando recibí la noticia me desmayé, cuando recobré la conciencia grité como jamás había gritado en mi vida, rompí todo lo que había a mi alrededor, lloré tanto, tanto como cualquier otra persona estoy segura. Era razonable, sé que el dolor es inevitable y que el sufrimiento es opcional, pero mi vida perdió el hermoso color que tenía al lado de Alessandro, ya de nada valía. El día siguiente fue peor. Mi padre me acompañó al velorio, la indiferencia de mi madre y mis hermanas hicieron que me sienta mucho peor. Mi madre tuvo el descaro de decirme que algo hice mal como para que él tomara la decisión de suicidarse. A partir de ese día ya no miro a mi madre con los mismos ojos. Llegué al velorio y había poca gente. La mayoría eran parejas ya de edad, menos un grupo. Había una mujer que lloraba sin parar, más que yo, le fui a dar el pésame, creí que era un familiar de Alessandro.
-Lamento la pérdida de su pariente Alessandro, lo lamento desde el corazón, disculpe que me presente en estas condiciones, soy… -se me entrecortó la voz- bueno, fui la novia de él durante más de 3 años, siento tanto la pérdida de él como usted-dije-.
La mujer estaba mirando hacia abajo, completamente de luto, con unas gafas negras, de repente levantó la cabeza-.
-¿Disculpa?-. Me extrañó su reacción.-
-Fui la novia de Alessandro, usted es su tía ¿verdad?, el me menciono que tenía una tía que veía muy seguido -. Se sacó los lentes, tenía los ojos demasiado hinchados y rojos, tanto que me asusté-.
-Yo soy la esposa de Alessandro Parodi, ¿Tu quién te crees para venir a decirme esas patrañas justo en el día de su muerte? ¡Lárgate! ¡Lárgate! No te quiero ver, mentirosa, no respetas el dolor que siente una mujer al perder el hombre que ama!-dijo-. Me fui de ese lugar corriendo y llorando como nunca. Alessandro me engañó, jugó conmigo todos estos años, caí en todas sus trampas, todo el amor que juraba tener por mí era una simple mentira. Seguramente el viaje que hizo a Francia no fue por negocios, seguro viajó con su esposa; seguro que no fue al Paper Moon para ir a verla. No debí escribir esto, me hace demasiado daño. Lamento el día en que acepté tomar un trago con él, lamento haberlo conocido, lamento haberme enamorado de él. Ahora sólo soy un pedazo de carne andante, ya no lloro por él, no siento nada por él, lo único que lamento es que hubiera tomado la decisión de suicidarse, o quizás sí, creo que fue la mejor decisión, porque si no hubiera sido por su muerte, nunca me hubiera enterado de la peor mentira que puede hacerle un hombre a una mujer enamorada. Y ahora después de 5 años de lo sucedido, sólo sé que Alessandro Parodi dolió, dolió demasiado…pero ese dolor ahora sólo es un recuerdo.
FIN
Carla Tamayo.
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EDITORA (KARINA PÉREZ): Muy lindo Carla, gracias, enserio me encantó el cuento, espero que sigas aquí en Kariwood compartiendo nos tu arte, ¡bienvenida! :D