miércoles, 2 de febrero de 2011

Proyecto de Vida - Parte 2: Siguiendo mí camino

Lo prometido, esta es la segunda parte de este valioso aporte denominado "Proyecto de Vida". Karina :)

Siguiendo mí camino

La adultez, recién estrenada, podría compararse con unos zapatos nuevos, que se sienten extraños. Representa muchas ilusiones y expectativas, a la vez que puede “tallar” un poco aquí y allá. Conlleva ajustes y responsabilidades. Sólo caminando, es que nuestros pasos pueden irse amoldando a esta etapa. Somos reconocidos como los principales responsables de nuestra propia vida, con voz y voto para ir tomando decisiones importantes, por lo que es cada vez más relevante el desempolvar y reevaluar viejos planes, elaborar algunos nuevos y definir cuál es nuestro proyecto de vida.

Redefiniendo el proyecto de vida

Proyecto de vida es el conjunto de sueños, metas y pasos que nos irán llevando a convertirnos en la persona que deseamos ser. Esto se refiere a las dimensiones del amor, del trabajo y a dejar una huella en el mundo. Establecer un plan como éste puede sonar como un anhelo infantil, que suspira diciendo: -¿qué quiero ser cuando sea grande? Sin embargo, este proyecto no se trata de garabatos de preescolar, o de fantasiosas naves espaciales. Tampoco se trata de aspiraciones referidas, únicamente a fama y fortuna.

“Proyecto de vida” en la etapa adulta, es una oportunidad de reflexión. Hay un decir que reza: “para la embarcación que no tiene puerto, cualquier viento es favorable”: las circunstancias pueden arrastrarnos en muchas direcciones. Establecer un plan significa buscar el destino propio, en medio de las complicadas situaciones que se nos pueden presentar. Como adultos jóvenes, contamos con la suficiente capacidad de decisión, como para poder retomar el balance de la propia vida, hacer una pausa y definir: -¿Hacia dónde voy?, ¿me estoy dirigiendo al sitio correcto?

¿Aún adolescentes?

A medida que maduramos, vamos tomando decisiones y asumiendo riesgos que definirán el camino que aún está por recorrerse. Iniciar un trabajo, el tener un hijo o el independizarse de los padres, son acontecimientos que marcan un antes y un después en la historia de cada quien; son eventos de los que emergen facetas cada vez más maduras de nosotros mismos, aún cuando en ocasiones sigamos interpretando el mundo a través de los ojos inquisitivos del adolescente.

Muchos concuerdan en que la adolescencia inicia entre los 10 y 12 años, para finalizar a los 20. Ahora bien, en algunos casos termina mucho después y en otros finaliza antes. Podemos definir el final de la adolescencia en el momento en el que asumimos los compromisos necesarios para ser integralmente responsables de nuestra propia vida –en los campos económico, moral y social- y, quizás, parcialmente responsables de las vidas de otros (cónyuge, hijos, etc.). Éste es el portal de la madurez.

¿Por qué hablamos de adolescencia? Basta con echar un vistazo a nuestra vida cotidiana: hombres y mujeres continúan teniendo actitudes en las que evaden compromisos que de asumirlos, podrían ser muy positivos para sus vidas y las de los demás. Muchas personas se comportan de modo irresponsable y egocéntrico, por temor a la incomodidad o al fracaso. A su vez, otras personas se entregan a compromisos y responsabilidades que aún no tienen la madurez para asumir. Nosotros mismos somos quiénes debemos dar respuesta por nuestros actos y por nuestras decisiones. Vamos conociendo posibilidades y límites, a la vez que las repercusiones de nuestras decisiones se hacen evidentes con mayor rapidez.

Lo anterior puede sonar amenazante, pero es, en realidad, un emocionante camino en el que cada paso puede cobrar aún más seguridad que el anterior. Nos da la oportunidad de definir el compromiso como el valor de nuestra palabra dada; el amor como la promesa que trasciende la emoción, y la independencia como un horizonte, en el que –como dice la canción-, “se hace el camino al andar”.

Algunos Consejos

Para construir (o reconstruir) el proyecto de vida en la “recién estrenada” etapa adulta se puede tomar en cuenta las siguientes consideraciones:
-Estableciendo prioridades: Tomamos decisiones de acuerdo al valor que otorgamos a los siguientes elementos: familia, vida de fe, amistades, vocación y cuidado de la salud. Son elementos que debemos tomar en cuenta ante las decisiones importantes.

-Decidiendo principios y valores: Las personas más felices no son las que están alegres todo el tiempo. En realidad, se ha visto que la felicidad consiste en la vivencia consistente de principios, tanto en la vida familiar, como en la vida laboral y en la diversión. El vivir cada una de estas áreas en una forma íntegra (guiándonos siempre por los mismos valores), permite vivir cada experiencia con mayor plenitud y satisfacción.

-La avidez por múltiples consejos: Si bien la etapa adulta es aquella en la que uno mismo es el responsable de sus propias decisiones, es muy importante pedir consejo. Acercarnos a personas de nuestra misma edad y también a personas de diferentes edades y estados de vida, proporciona un gran enriquecimiento. Se trata de pedir la opinión de personas que nos aprecian. Recibir perspectivas diferentes nos ayudará a tener más seguridad al momento de hacer alguna elección.

-Rodeándonos de amigos: Aunque las nuevas demandas laborales, académicas o familiares puedan parecer abrumadoras, establecer relaciones de amistad nos permite mantener una vida afectiva activa y sana. No se trata de “compañeros de fiesta”, como llamarían algunos, o de estar rodeado de extraños. Más bien, consiste en encontrar amigos con quienes se pueda intercambiar inquietudes, compartir un buen rato y establecer vínculos de incondicionalidad, lealtad y aprecio.

Ampliando el panorama

Además de las responsabilidades presentes, la etapa adulta implica replantear las metas a largo plazo. Es el momento de evaluar cómo administrar sabiamente nuestros recursos, aún cuando no aparenten ser necesidades inmediatas. Un fondo de pensiones, tener ahorros, invertir en alguna propiedad son decisiones que deberían encabezar la lista de prioridades para las seguridad económica a futuro del adulto joven.

Así mismo, invertimos en la persona que queremos llegar a convertirnos. Deseamos ser hombres y mujeres responsables, protagonistas de un mundo más humano y creativo. Parte de esto consiste en buscar personas que nos motiven y hábitos personales que nos acerquen a esos ideales.
Las maravillosas libertades de esta etapa (en lo respectivo a dinero, tiempo e independencia), probablemente se irán desvaneciendo, en la medida en la que vamos asumiendo situaciones de vida más complicadas (aunque, no por eso, menos deseables o atractivas). Aunque ya no seamos personas completamente libres de responsabilidades, sí nos vamos perfilando como personas libres para asumir nuestros compromisos y abrazarlos con esperanza y con metas nuevas. Proyecto de Vida es tomar las riendas de nuestro destino, a la vez que mantenemos los ojos abiertos: la vida siempre puede sorprendernos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario